Pasaba por el arco de la Circasiana, como de costumbre iba rumbo al centro histórico, el sol brillaba en la cada vez más cosmopolita Quito, era domingo, un poco más de medio día, de pronto llegaron a mis oídos, agradables acordes de flauta, guitarra y armónica, detuve mi marcha y me acerqué a ver quiénes eran. Me encontré con Ana y Antonio, dos integrantes de una familia foranea, padre e hija, viven por más de un año en nuestra ciudad.
Tocaban música antigua y moderna, con su particular estilo; caminantes, biciandantes, propios y extraños disfrutamos y aplaudimos su presentación (¡hasta ahí no mas llegó mi ciclo paseó…!) Estos agradables personajes, son parte de la ola migratoria que recibe el país desde que la coyuntura social, económica y política tanto a nivel local, como mundial, provocan que el fenómeno migratorio en Ecuador, se de en manera inversa, pues si hasta la década pasada, miles de compatriotas era parte de la diáspora hacia muchos destinos, actualmente, ecuatorianos y extranjeros llegan al país en busca de oportunidades. Desafortunadamente no todos los que vienen, son “bien llegados”, como estas gentiles personas, que ya son parte de nosotros.
De regreso con la música, canciones van, canciones vienen, "el tiempo pasó volando”, ya casi eran las dos de la tarde, luego de tres horas de tocar anuncian su último tema, (una brasileña de Paralamas). Lluvia de aplausos, felicitaciones, monedas y apretón de manos, los artistas populares se van. También tengo que regresar a casa, ya mismo abren el tráfico a los autos, tendré que “arriesgar el físico” en la calles de Quito, pero valió la pena conocer buenos seres humanos...
A continuación comparto una muestra de su arte y unas pocas palabras, espero sea de su agrado. Hasta la próxima entrega, saludos y suerte a todos.
(otro día, al interior del parque)